El mal aliento
( Publicado en Revista Creces, Agosto 2002 )

El mal aliento tiene un profundo efecto en las personas y en sus relaciones sociales. Solo recientemente se ha comenzado a estudiar sus causas y recomendar posibles tratamientos. Se han descrito nuevas bacterias bucales culpables, que se desarrollan en la parte posterior de la lengua.

El mal aliento o halitosis (del latín "halitus", que significa "respiración" y del griego "oasis" que significa "condición anormal") ha sido por siempre una condición desagradable, que interfiere con el contacto social de las personas. Se trata de una anormalidad frecuente, aunque difícil de cuantificar, ya que muchos de los que tienen mal aliento no se dan cuenta de ello. Una encuesta reciente realizada por Paulo Nadanovsky del Instituto de Medicina Social de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, en la que interrogó a estudiantes para ver si entre sus parientes existía alguien con mal aliento, reveló que el 31% contestó tener por lo menos un pariente con mal aliento, hasta el grado de hacer difícil relacionarse socialmente con ellos.

En los últimos años, aun cuando la halitosis no obedece a una patología médica grave, son varios los grupos de investigadores de distintas disciplinas (bacteriólogos, psicólogos, químicos, fisiólogos, etc.) que se han dedicado a estudiarla. Es así como existe una sociedad científica, denominada "International Society for Breath Odor Research (ISBOR)", que se dedica al estudio de este problema. Esta vez celebró su quinta reunión en Tokio, congregando a 350 asistentes de las más diferentes especialidades.

Es sin duda un problema que preocupa a muchos, lo que se confirma por los miles de millones de dólares que el público está invirtiendo constantemente en la adquisición de productos de higiene bucal, cuya publicidad está orientada a prevenir o curar la halitosis.


De donde proviene el mal aliento

Según las últimas investigaciones, el origen del mal aliento parece ya estar perfectamente establecido. Mel Rosenberg y otros investigadores (Scientific America, Abril 2002, pág. 58), afirman que entre el 85 y el 90% de los casos, el mal aliento se origina en la boca, y que es el resultado de los productos derivados del metabolismo microbiano.

Normalmente la boca alberga una verdadera jungla de microbios (Creces, Julio 1998, pág. 12), que forman un ecosistema muy complejo. Allí fácilmente proliferan por la agradable temperatura de 36ºC, la constante humedad de la mucosa y el abundante flujo de nutrientes. Diversos estudios señalan que en la boca cohabitan entre 200 a 500 especies de bacterias diferentes.

Tradicionalmente se ha considerado que las bacterias que se alimentan de azúcares, son irrelevantes para el mal aliento. No así, en cambio, los microorganismos que metabolizan productos proteicos, ya que entre los catabolitos que de allí resultan, se incluyen muchas sustancias fétidas. Muchas de estas bacterias son anaeróbicas y producen sulfito de hidrógeno, que huele a huevo podrido. Otras producen metil mercaptano, producto que también está en las deposiciones. Otras producen cadaverina y putresina, sustancias que también se producen en la carne descompuesta. Otras producen ácido isovalerico, que da el característico olor a pata. Con todos éstos y otros perfumes en la boca, no es raro que se produzca un mal aliento.

Walter Loesche de la Universidad de Michigan, descubrió recientemente que la microflora de la lengua era muy diferente de aquella que forma la placa de los dientes. En individuos con halitosis se han descrito bacterias que habitan en la parte posterior de la lengua. En esa región, que a diferencia de los dientes y las encías, es poco aseada por la saliva, existen muchas microinvaginaciones donde las bacterias encuentran un hábitat ideal para su desarrollo. Es allí donde se desarrolla la mayor parte de las bacterias culpables de la halitosis.

En mucha menor proporción, pueden desarrollarse en otras regiones de la boca, como son las encías inflamadas, los dientes defectuosamente tratados o mal aseados o en posibles abscesos. La sequedad de la boca puede exacerbar la situación, ya que el normal flujo de la saliva contribuye a arrastrar las bacterias o sus productos metabólicos. El tabaco, si bien es cierto que inhibe el desarrollo microbiano, también puede exacerbarlo por la sequedad que produce en las mucosas.

Más de alguien podría pensar que eliminando todas las bacterias de la lengua podría lograrse eliminar también el mal aliento. Sin embargo hay que considerar que ellas también juegan un rol protector. Normalmente en la lengua, además de las bacterias, también existen levaduras y hongos como el "candida". Pero éstos se mantienen a raya por la acción protectora de las bacterias, que cuando se eliminan por el uso de antibióticos, inmediatamente florece la candida, y esta enfermedad es más grave y más difícil de tratar que la halitosis. De modo que más que destruir todas las bacterias, el objetivo es mantener su población bajo control.

Sólo en un 5 al 10% de los casos, la halitosis nace de fuentes ajenas a la boca, como puede ser la nariz y los pasajes nasales. Por lo general en estas situaciones la halitosis es diferente, lo que ayuda al diagnóstico del médico. El desagradable olor nasal puede provenir de sinusitis o de otras condiciones que bloquean o impiden el normal flujo del mucus. Es frecuente que los niños se introduzcan objetos en su nariz que impidan el drenaje nasal, y que por permanecer allí por mucho tiempo, lleven al desarrollo microbiano mal oliente.

En un 3% de los casos, la halitosis puede provenir de amigdalas podridas. Pueden existir en ellas los llamados "tonsilolitos", que son como pequeñas piedras que crecen en las criptas y que consisten en restos orgánicos y bacterias calcificadas.

Más raras son otras causas, como el síndrome llamado de "olor a pescado" o trimetilaminuria, que corresponde a una enfermedad genética que se produce por la deficiencia de una enzima, que normalmente degrada la trimetilamina, una molécula que huele a pescado.

Muchas personas piensan equivocadamente que el mal aliento puede provenir del estómago y no de la boca. Ello es un error. Puede que en ocasiones, por infecciones agudas del estómago, se produzcan eructos de mal olor, pero éstos no dan una halitosis permanente y los síntomas desaparecen tan pronto se mejora el trastorno digestivo. Incluso el típico olor que se produce después de comer ajos, no viene del estómago, sino de la mucosa de la boca que retiene y queda impregnada con sustancias que dan el olor peculiar.


El diagnóstico

Lo que es curioso, es que el mal aliento no lo siente el que lo padece, sino que lo perciben otras personas. Ello se explica porque nuestra inhalación es horizontal, y por la nariz se inspira el aire en forma vertical. Por ello, es difícil que quienes padezcan de halitosis, la hayan detectado por sí mismos. Si llegan a consultar, es porque alguien les ha dicho que tienen mal aliento, lo que por lo demás es poco frecuente, por lo embarazoso que es provocar esta circunstancia. Irónicamente, los miles de millones de dólares que se gastan para combatir el mal aliento provienen de los bolsillos de los que no lo tienen, pero que están temerosos de tenerlo. Una versión extrema de ello, es la halitofobia, un trastorno psicológico que lleva al convencimiento de tener mal aliento, sin tenerlo.

Aun cuando las sustancias volátiles que producen la halitosis son muchas, los más importantes son los compuestos sulfurados, provenientes de la degradación de aminoácidos sulfurados de las proteínas. Ellos se pueden detectar respirando a través de un monitor, como el manufacturado por Manny Shaw de Intescan en Chatsworth, California.

Recientemente Alfredo Sanz-Medel, químico de la Universidad de Oviedo en España, dice haber fabricado un detector de bolsillo capaz de analizar el aliento, basándose en una reacción que puede medirse ópticamente (Creces, Marzo 2000, pág. 6). Trabaja midiendo la fluorescencia que se produce cuando los compuestos sulfurosos volátiles reaccionan con un compuesto de mercurio. La fluorescencia es transmitida por fibra óptica a una célula sensible a ella. Todo ello está contenido en un instrumento de pequeño tamaño.

También con fines de investigación, se dispone de instrumentos cromatográficos más complejos, que pueden precisar diversas sustancias que condicionan la halitosis.


El tratamiento

Una vez que se ha establecido la presencia de halitosis, el afectado quiere liberarse del problema. La primera recomendación es la higiene bucal, usando regularmente el hilo dental y el cepillado de los dientes. Del mismo modo, si se comprueba una gingivitis, se puede prescribir la clorexidina, un agente antibacteriano que es bastante efectivo contra la halitosis. Desgraciadamente este producto puede decolorar los dientes, alterar el gusto y también generar ulceraciones bucales. Pero estos efectos son reversibles, y pueden minimizarse utilizando la clorexidina sólo algunos días.

Otras curas se han usado por miles de años. Uno de estos antídotos ha sido la goma de mascar, que ya es mencionada en el Almud Babilónico. Ella es la resina del arbusto "Pistacia lenticus", que aun hoy día es cultivada con estos propósitos en la isla Chios del Mediterráneo. Sin embargo actualmente ha sido desplazada por la goma de mascar sintética. Es interesante que esta resina natural se usara hace algún tiempo para tratar las heridas, y ahora se sabe que tiene una potente acción antimicrobiana. Con todo, el mascar chicles aumenta el flujo de saliva y destruye algunos microbios que producen el mal aliento.

Otros productos naturales son la guayaba pelada (Tailandia), las semillas de anís (India), el perejil (Italia), el diente de ajo (Irak) y la canela (Brasil). Algunas de las moléculas que confieren el sabor tienen propiedades antibacterianas, lo que da alguna credibilidad científica a su uso folclórico. Muchos enjuagues bucales contienen aceites aromáticos, incluyendo mentol, eucalipto y metil salicilato.

En este sentido queda mucho por investigar, y lo probable es que en el futuro se llegue a individualizar bacterias específicas que en cada caso sean las culpables del mal olor, a las que se pueda contrarrestar también con un tratamiento específico. Ojalá que así sea, ya que si bien la halitosis no es una enfermedad que preocupe al médico, querámoslo o no, tiene un profundo efecto en la vida de las personas y en sus relaciones sociales.



Recomendaciones para prevenir el mal aliento


  • Limpie suavemente la parte más posterior de la lengua con un limpiador lingual plástico. Tenga cuidado de no dañarla; sólo trate de remover el mucus. Practíquelo hasta lograr inhibir el reflejo glútico.

  • En la mañana tome un buen desayuno; ello limpia la boca y hace que fluya la saliva.

  • Trate de mantener la boca húmeda. Masticando un chicle por unos pocos minutos. Con ello se puede reducir el mal aliento. Beba suficiente cantidad de líquidos.

  • Use un enjuagante. El método más efectivo es hacer gárgaras antes de dormir. Ello previene que durante la noche crezcan los microorganismos y produzcan el olor.

  • Después de ingerir alimentos o bebidas olorosas, como ajo, cebolla, curry o café, limpie su boca. Asegúrese de limpiar entre sus dientes, especialmente después de haber ingerido alimentos ricos en proteínas.

  • Cepíllese los dientes y limpie los espacios interdentales con hilo dental, de acuerdo a las instrucciones de su dentista.

  • Pregúntele a un adulto de su familia o a un amigo acerca de su aliento. Este es el método más exacto (y más barato) para saber si usted tiene halitosis.






Para saber más

Nel Rosemberg: Scientific American, Abril 2002, Pág. 58.


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